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19 junio 2024

A la siempre presente y querida Celia


 Por: René Montes de Oca Ruiz[1]

 

El libro “Celia, ensayo para una biografía”, en el XX Aniversario de su edición es, sin lugar a dudas, un testimonio abarcador y elocuente acerca de quien fue y será siempre para todos nosotros, un símbolo glorioso de rebeldía, patriotismo e ideal de redención y virtudes, genuina representante de nuestro pueblo. Tuvo la fortuna de vivir la extraordinaria época de Fidel y fue ejemplo de lealtad insuperable que brilló, grande en su humildad y sencilla en su grandeza, a lo que se unía su acrisolada modestia y su exquisita delicadeza femenina.

 El autor del referido libro, Dr. Pedro Álvarez Tabío, manifestó en relación con Celia, su proverbial modestia y austeridad, así como su contribución a la Revolución, en virtud de ser la más fiel intérprete y ejecutora del pensamiento creador de Fidel. Celia fue una mujer de temperamento inquieto, con un sentido del humor poco común y una inteligencia prodigiosa. Fue forjando su personalidad con el influjo de su familia, en particular, de su padre Dr. Manuel Sánchez Silveira, martiano de corazón y comprometido con el acontecer político de la época.

 En acto de reconocimiento a trabajadores del Consejo de Estado, efectuado en el Palacio de la Revolución el 27 de noviembre de 1974, el compañero Fidel pronunció emocionadas palabras sobre el relevante papel de Celia y en ese sentido expresó: “He tenido siempre una confianza ilimitada en las cosas que organizó Celia, cuya mano, cuya idea no está ausente de lo que podamos ver (…) en cualquier tarea: la forma en que se consagraba, el arte con que hacia las cosas, el amor con que las hacía, la forma en que educaba a las compañeras y a los compañeros y, sobre todo, la consideración que les tenía a todos, la forma en que conocía a todos y apreciaba el trabajo de todos. Yo tenía una gran confianza en todo lo que ella hacía, cuando organizaba, seleccionaba, ayudaba y educaba”.

 La compañera Celia fue desde los primeros tiempos del triunfo revolucionario, el alma viviente de lo que más tarde se denominó Atención a la población. La devoción y el sentido de equidad que la caracterizaba, nos dejó un sello de extraordinario virtuosismo, modestia, naturalidad y sencillez personal y su entrega total al pueblo y la Revolución.

 Desde los primeros tiempos del triunfo revolucionario se crearon, diversos Órganos Estatales y otras Estructuras de Dirección, que tenían entre sus funciones, la atención a la ciudadanía, tales como la Presidencia de la República, el Consejo de Ministro, las Oficias del Primer Ministro y la Presidencia del INRA, lugares donde se recibían personas de la población y se entregaba numerosa correspondencia, que era canalizada adecuadamente. La casa de Celia en el Vedado fue la principal expresión de atención a la ciudadanía y, en alguna medida, de ocupación personalizada, lo que ella hacia a nombre de Fidel y de la Revolución, en íntimo contacto con el pueblo, labores en las que contaba con la eficaz colaboración de su Secretario Personal y de otros valiosos compañeros.

 Dichas estructuras de dirección estaban asociadas al palpitar del pueblo, aparentemente dispersas, aunque estrechamente vinculadas al Comandante en Jefe y a Celia Sánchez, las que adquirieron un funcionamiento estable y orgánicamente dirigido, a partir del nombramiento de Celia como Secretaria de la Presidencia y del Consejo de Ministros el 24 de marzo de 1962, con sede en aquel momento en el antiguo Palacio Presidencial, siendo esa fecha el legítimo antecedente histórico del actual Departamento de Atención a la Población, con más de 62 años de laboriosa actividad y muy cerca de las enseñanzas, del espíritu y del legado de su creadora.

 Entre las muchas funciones que cumplió Celia, una de las más intensas fue haber sido ojos y oídos de Fidel. A donde él no podía llegar porque el tiempo no le alcanzaba, allí estaba ella; lo que él no podía conocer por falta de oportunidad, ella se ocupaba de averiguarlo. Lo mantenía al tanto de las inquietudes y preocupaciones del pueblo, de sus reacciones ante los hechos de la Revolución, de sus opiniones sobre alguna deficiencia en la gestión del Estado revolucionario. Y el pueblo en su sublime e infalible intuición, lo sabía. Porque así como en Fidel Celia veía al Pueblo, en Celia el pueblo veía a Fidel.

En el 104 aniversario del natalicio de Celia y en su homenaje, válido es recordar que ella acompañó a su padre, junto a otros cubanos dignos a emplazar un busto de Martí en lo más alto del Pico Turquino en la Sierra Maestra, donde aparece la inscripción del maestro, que dice: “Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad”.

 Pudiera decirse que ese profundo pensamiento martiano estaba destinado a Fidel, su más fiel intérprete e insuperable continuador, que no dejó morir al Apóstol en el año de su Centenario, y que al frente de un valeroso grupo de combatientes atacó el cuartel Moncada el 26 de julo de 1953.

 Existe, además, una coincidencia histórica fruto de elocuentes y misteriosos caprichos en torno al nacimiento y la partida física de Celia y de su apasionada devoción por Martí, dado que ella vino al mundo el 9 de mayo de 1920 y la trágica caída en combate del más universal de los cubanos ocurrió el 19 de mayo de 1895, con solo 42 años de edad; mientras que la infortunada partida física de la venerable Heroína de la Sierra y el Llano tuvo lugar el 11 de enero de 1980, cuando había cumplido 59 años de edad, en tanto el Apóstol de la Independencia vio la luz el luminoso 28 de enero de 1853 y llegó predestinado con la impar misión de señalar la ruta independentista de la Patria, con todos y para el bien de todos.

 En la compleja situación que hoy afronta nuestro país, sentimos la presencia de Celia a nuestro lado, en la defensa de la Revolución y del Socialismo. Renovemos sus imborrables enseñanzas y el compromiso de luchar por un futuro de progreso y bienestar para nuestro heroico pueblo. Vemos crecer a Celia ante cada victoria sembrando amor y belleza.

 

    

              



[1] Abogado revolucionario cubano, comunista e  incansable colaborador de Celia Sánchez y Jesús Montané, y luego jefe de Atención a la Población del Consejo de Estado.

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