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28 enero 2022

La cuna martiana de Celia


Por la maestra en Ciencias Adelaida Bécquer Céspedes 

Al abordar la ascendencia que el pensamiento martiano ejerció en el desarrollo de los sentimientos patrióticos de Celia Sánchez Manduley, es necesario conocer la influencia que en ello tuvo su padre. 

El doctor Manuel Sánchez Silveira fue un apasionado historiador autodidacta. Nacido en Manzanillo, no es insólito que se sintiera influido por la ejecutoria de ilustres patriotas orientales como Carlos Manuel de Céspedes, Pedro Figueredo, Bartolomé Masó Márquez, Antonio y José Maceo, Calixto García, Juan Hernández Ríos, entre otros. Profesaba un acendrado amor por la historia patria, especialmente por los héroes de la provincia oriental y sus hazañas. Manzanillo siempre se caracterizó por ser un pueblo combativo y rebelde. En épocas más recientes fue muy fuerte la influencia de la Joven Cuba de Antonio Guiteras, del Partido Socialista Popular y sus líderes: Blas Roca; Paquito Rosales, primer alcalde comunista; Martín Veloz, Martinillo; Manuel Navarro Luna, que desde la revista Orto no solo divulgó la teoría marxista, sino también la cultura mediante sus poemas revolucionarios, y donde colaboraron hombres de mucho prestigio y autoridad moral. 

¿De qué manera el doctor Sánchez inculcó en su prole los sentimientos patrióticos? En ese hogar se respiraba patriotismo. Elaboró un mapa con la ruta de la invasión mambisa de oriente a occidente para explicarle a sus hijos uno por uno los combates y batallas librados por Antonio Maceo; además, los llevó a Peralejo, cerca de Veguitas, para que conocieran el lugar donde este se batió contra Arsenio Martínez Campos y mil quinientos soldados españoles e hizo que los niños palparan con sus dedos los huecos que las balas dejaron en los árboles. No se conformó con esto e hizo dos medallones uno con la ruta de la invasión por el lugarteniente general Antonio Maceo y el otro con su efigie que donó a la casa de los veteranos de Media Luna. Fueron a San Lorenzo en compañía de Jesús Pérez (lugarteniente y ayudante de Carlos Manuel de Céspedes en el destierro donde fue obligado a vivir) y dos ancianitas, las hermanas Beatón, (dos de las niñas que el ilustre bayamés estaba alfabetizando allí), donde fijaron el lugar exacto de la caída del Padre de la Patria. También marcó el sitio que ocupara la casa que habitaba, de la que solo quedaban algunos horcones; dos de ellos y un croquis del lugar los envió al museo Bacardí de Santiago de Cuba, donde aún se encuentran. Posteriormente realizó un busto del insigne patriota que donó al parque de Media Luna. Llevó a los niños desde el nacimiento del río Contramaestre hasta su confluencia con el Cauto para que conocieran el lugar donde cayó el Apóstol. 

Otra vez, los trajo a La Habana para llevarlos a la calle de Paula, a la humilde casita donde vivió José Martí y les relató con profunda emoción su azarosa vida. Poseía una amplia biblioteca donde no faltaban en un lugar cimero las obras del Maestro que leía a sus hijos, en especial el Presidio político en Cuba y el poema Abdala que los conmovía hasta las lágrimas, particularmente a Celia, la hija más sensible y apegada a él. Por ello no sorprende que Celia desde pequeña manifestara los valores y sentimientos humanistas, patrióticos y revolucionarios que guiaron su vida. En una ocasión en que el doctor Sánchez viajó a Estados Unidos en compañía de Celia y Orlando, otro hijo, visitó los lugares donde residió y trabajó Martí en Nueva York; les decía que pasaran las manos por los lugares donde él lo había hecho para impregnarse del alma del Maestro. Los llevó a Tampa y Cayo Hueso donde conocieron los sitios de peregrinación del Apóstol de nuestra independencia para constituir los clubes patrióticos. 

Meses antes de enero de 1953, los alumnos del Seminario Nacional Martiano, concibieron la idea de colocar un busto de José Martí en la cima de la montaña más alta de Cuba. Aquello era casi una misión imposible por las enormes dificultades que se presentaban: trasladarlo desde La Habana, luego en la cima del pico Turquino erigir la base donde ubicarlo y transportarlo hasta allí; sobre todo, encontrar al hombre capaz de llevar a vías de hecho esa noble tarea. El doctor Roberto Pérez de Acevedo, conocedor de la profunda sensibilidad humana, del extraordinario patriotismo y la devoción martiana del doctor Manuel Sánchez Silveira, lo propuso como organizador de la expedición, además, por sus conocimientos de la zona ya que era el delegado del Instituto de Arqueología en la provincia de Oriente. 

La exploración arqueológica era otra de las pasiones del extraordinario médico, que hizo también significativas investigaciones en la zona de Macaca, donde hubo importantes asentamientos de los indios cubanos. Como era de esperar, Sánchez aceptó ser el director técnico del proyecto, y a partir de allí se entregó totalmente a la tarea de honrar la memoria del Maestro en el año de su centenario. Solicitó a los compañeros que dirigían el proyecto, en particular al doctor Gonzalo de Quesada Miranda, que su hija Celia lo acompañara, ya que ella había acogido la idea con gran entusiasmo y dedicación, y llevaría una cámara fotográfica para dejar testimonio gráfico de la actividad. 

El 18 de mayo de 1953 la comitiva que colocaría el busto en el Turquino arribó a Santiago de Cuba, donde se alojaron en el hotel Casagranda, allí los esperaba el doctor Sánchez y su hija Celia. Al día siguiente fueron al cementerio de Santa Ifigenia a rendir tributo ante la tumba que guarda los restos de José Martí. Allí Celia, fervorosa martiana, participó en la ceremonia y le rindió guardia de honor. Los seminaristas iban con uniformes verde olivo, corbata negra, un monograma con las insignias del Instituto Cubano de Arqueología (ICA) o el del Seminario Martiano, llevaban polainas negras y gorras, solamente el doctor y su hija no vestían estos uniformes, ya que Celia inicialmente no formaba parte de esta expedición, pero se había convertido en el mejor auxiliar técnico del doctor. En ese mismo mes, pero en 1957, Celia Sánchez, esta vez sí vestida de verde olivo, combatiría con un fusil M-1 al lado del líder de la Revolución Cubana en el combate de Uvero. ¿Quién iba a imaginar que aquella sonriente joven y aparentemente frágil sería capaz de soportar los rigores de la clandestinidad y la lucha armada en la Sierra Maestra, cargando además en su mochila los documentos que luego constituirían la historia real de la lucha revolucionaria, que se atesoran hoy en la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia de la República? 

El doctor Sánchez y Celia resolvieron los problemas y dificultades que tan importante misión acarreaba. Los materiales: cemento, agua, arena fueron transportados desde Pilón en la lancha Glenda, la misma que luego transportaría el busto a las faldas del Turquino, y de allí a la cima en los hombros de los trabajadores que realizaron la tarea. La magnífica obra había sido tallada por escultora Jilma Madera, quien también asistiría a su colocación. Las piedras que constituyen la base serían tomadas de la zona. El busto de Martí pesa 163 libras, fue llevado en una armazón hecha con dos palos (varas) y dos sacos de yute, donde fue depositado para que no se golpeara. Lo sostenían cuatro hombres, dos delante y dos detrás, así llegó intacto a la cima del Turquino. Fue una verdadera proeza, conociendo que esta montaña tiene poco menos de dos mil metros de altura. 

Como lectora insaciable, Celia leyó mucho a Martí y empleó su ideario como arma de lucha ideológica. El 28 de enero de 1956, ya en los trajines revolucionarios, puso en el busto de José Martí en el parque de Pilón (hecho por Jilma Madera a imagen y semejanza del que está en el Turquino) un cartel con un pensamiento del Apóstol que decía: ¡Levanten el ánimo los que lo tengan cobarde!: con treinta hombres se puede hacer un pueblo!

 La primera vez que viajó a la Sierra Maestra en compañía de Frank País García el 16 de febrero de 1957, a la finca de Epifanio Díaz en la zona del Jíbaro, después de largas horas de conversación con Fidel Castro, Celia aquilató en toda su profundidad, el extraordinario alcance de sus ideas y la firme voluntad de vencer o morir. Al regresar a Manzanillo nos dijo: «Muchachitas ahora si tenemos un líder», e identificaba a Fidel con aquel pensamiento martiano: «Hay hombres ardientes en quienes, con todos los tormentos del horno, se purifica la especie humana. ¡Hay hombres dispuestos para guiar sin interés, para padecer por los demás, para consumirse iluminando!» O aquel otro inscripto en la tarja José Martí Pérez: El cisma de los católicos en Nueva York, carta al director del periódico mexicano El Partido Liberal colocada en el busto del Turquino en aquella histórica fecha de 1953: «Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación o de humanidad».

Ya como miembro del Ejército Rebelde ascendería nuevamente a la cima del Turquino, donde junto a Fidel y Raúl cantaría el glorioso himno nacional y gritaría ¡Viva Cuba libre!

27 enero 2022

"...hasta el último papelito."


 
Nace este blog de la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia de la República de Cuba para compartir con los amigos seguidores de nuestra Historia, conocimientos y publicaciones, así como todo el quehacer de nuestra institución. Nos inspira la huella imperecedera de Celia Sánchez Manduley, quien guardó y conservó hasta el último papelito de la guerra, consciente de si valor para el futuro. Así le escribió a Camilo, a quien dedicamos hoy 28 de octubre nuestra primera publicación. Y aquí estamos, fieles al legado de todos los hacedores de la obra que amamos y defendemos.

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