El mes de octubre también lleva la impronta de Camilo Cienfuegos, por eso lo recordamos hoy con un fragmento del libro Camilo en el Frente Norte. Anécdotas, de René Batista Moreno y Alejandro Batista López, que reflejan de manera especial la presencia del Señor de la Vanguardia en ese territorio del centro de nuestro país.
Camilo viene en el centro
La Columna No. 2 Antonio Maceo llegó al campamento entre dos luces. Yo salí a recibirla, venía muy organizada y le pregunté a uno que, por lo que me habían contado, se parecía al comandante rebelde:
—¿Usted es Camilo?
—Camilo viene en el centro.
Indagué con otro que podía ser el jefe de los invasores:
—¿Usted es Camilo?
—Camilo viene atrás.
Ya casi al entrar la columna a la instalación, insistí con otro compañero y me respondió que iba
delante.
Me di cuenta de que Camilo se protegía y lo protegían sus hombres, que las medidas de seguridad, pese al débil estado físico en que se encontraban, funcionaban bien.
Cuando Tomás Cortés Santos me lo presentó, me dio la mano sonriente y dijo:
—Camilo viene en el centro.
Félix Torres González,
Jobo Rosado, miércoles 8 de octubre de 1958.
¿Tú eres católico o comunista?
En una oportunidad, el comandante invasor y parte de su estado mayor se encontraban aquí, en el comedor de la casa, en espera de un poco de café que les estaba colando mi mujer.
La cosa no recuerdo cómo empezó, aunque se suscitó una conversación acerca del comunismo y el catolicismo. Al lado de Camilo había un niño sentado, tenía más o menos siete años de edad, era un vecinito de la zona, y escuchaba con mucha atención todo lo que se hablaba.
De repente, el comandante se viró hacia él y le preguntó:
— Niño, ¿tú eres católico o comunista?
— ¡Yo soy tuyo, Camilo, tuyo! —respondió asustado.
Y todos rieron a carcajadas.
Ramón Simanca Medina,
Juan Francisco, (¿?) noviembre de 1958.
Para los que no tienen nada
Al tercer día de estar Camilo en el campamento de Jobo Rosado, me ordenó incautarle unas reses al gobernador de la provincia, en una de las fincas que tenía por esta zona. Posteriormente, partí hacia allá con varios combatientes. Cuando realizábamos el trabajo, nos salió al encuentro el montero y, con cara muy afligida, me suplicó:
—¡Oye, chico, por favor, déjame esa vaca, es lo único que tienen mis hijos pa’ leche!
Aquello me conmovió, yo sabía que el hombre era muy pobre y le dejé la vaca. Al regreso sentí preocupación, porque el comandante no me había dado órdenes de entregarle un animal de aquellos a nadie.
Llegamos al campamento y pese a que temía que fuera a regañarme, le conté lo que había pasado. Para sorpresa mía lo vi sonreír, me tiró un brazo sobre los hombros y dijo:
—¡Hiciste muy bien, muchacho, esta Revolución la estamos haciendo para los que no tienen nada!
Juan Cubillas Díaz,
Jobo Rosado, viernes 10 de octubre de 1958.
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